jueves, 13 de noviembre de 2008

Parchís Cassano

Se considera el azote de Bari. El ariete más golfo y un macarra italiano de manual. Sin gomina pero con la misma inteligencia mongoloide del futbolista hecho estrella. Es Antonio Cassano. El que vomita bravucanadas en esa pseudoliteratura que son las memorias de todo jugador profesional polémico. Donde jamás llegará su fútbol -como lo hicieran otros canallas del balón como Maradona, Cantoná o Gascoigne- lo hace su corta imaginación. ¿Hasta donde puede llegar la creatividad de un pieza así? No muy lejos. Que se ha traginado a 700 hembras sin ningún gatillazo, que Madrid era la plaza más propicia para clavar el estoque (incluso en concentraciones) y que Capello era un trozo de escoria. ¡Máquina! que diría con una tapa de callos en la boca el asiduo al bar de la esquina (¿por qué coño cuando escribimos todos los bares están en la esquina?). Si es que ya no pedimos que lean a Schopenhauer o escuchen a Prokofiev. Pero, ¿para cuando un jugador original que come perro chino, usa tacones de mujer, disfruta con la Cope o llora con Bambi? ¡Calla, a lo mejor Guti!