viernes, 17 de julio de 2009

Lo más íntimo


Jennifer Aniston acaba de gastarse mil dólares en lencería fina. Y claro, me han asaltado las dudas. ¿Cuánto hace no me compro ropa interior? Sí, hace mucho. Vaya por delante que esta imperdonable pereza no me convierte en un zarrapastroso. Que una cosa es la alergia a renovarse por dentro y otra muy distinta coleccionar palominos o entregarse a la moda del gayumbo reversible (al conocido modelo Marroncillo's P'atrás)
Confieso con un cartoncillo negro sobre mis ojos -tal guardia civil camuflado para despistar a su familia cuando sale en el periódico- que me he dejado llevar. Sí amigos, las féminas de mi vida han dirigido mi destino calzoncillil. Uno ha pasado por el estadio de los immaculados Abanderado con ventanilla, ha seguido la senda de los ocasionales slips de mercadillo hasta instalarse en el cómodo bóxer de lycra. Tras todo este tiempo, puedo decirlo con orgullo. Yo he elegido dos, ¡guapos, guapos!
Cargues donde cargues, los compre quien los compre, siempre están los favoritos. Aquellos que te hacen sentir seguro y recogido. Y lo mismo al revés. Los que ven como la goma agoniza hasta enseñar la hucha, los que se empeñan en hacerse amigos de las rodillas o los que se empeñan en tatuarte los huevos con las costuras.
Si queréis consuelo, el gimnasio siempre es un buen escenario para examinar el estado de la cuestión. Tras constatar que siguen existiendo los calzones holgados para que ella baile sola, slips de elefantes o dibujos de Mickey Mouse, y mucho modelito exhibicionista con sobredosis de Calvinkleinitis, la conclusión es la misma. ¡Podíamos estar peor!
PD.-Mi sueño húmedo es probarme uno de aquellos con trompa incorporada.

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